El juego de la muerte

Se trata de un concurso de televisión. Un hombre se encuentra encerrado en una cápsula y atado. Usted le hace las preguntas. Si se equivoca usted aplica el castigo, una descarga eléctrica que va aumentando la cantidad de voltios. Una famosa presentadora está a su lado para exhortarle a que continúe mientras la víctima grita que quiere dejar el concurso. Usted ¿sigue o se planta? Podría ser el planteamiento de cualquier reality show, pero se trata de un experimento que recoge el documental francés, emitido en 2009, El juego de la muerte, en el que se analiza la relación entre obediencia y autoridad. Siempre he pensado que, ante una orden injusta, la masa tiene el poder de la desobediencia conjunta. Si todo un batallón se niega a fusilar al condenado, ¿quién lo ejecutará? Porque los poderosos, desde sus despachos, decretan guerras en las que nunca participan, siempre otros son los que mueren en el frente. ¿Y si todos los soldados, de uno y otro bando se negaran a combatir?

En realidad, El juego de la muerte intenta repetir el llamado Experimento de Milgram, realizado en los años sesenta, en el que un 62% administró las descargas pese a los gritos de dolor de la víctima. En 2009, la prueba se veía alterada por la presencia de la televisión y el público en el plató. Lo primero que sorprende es que los 80 candidatos aceptaron participar en un concurso en el que se les pedía ejecutar descargas eléctricas sobre otro concursante. La siguiente sorpresa es que nada más y nada menos que el 81% llegó al final, una cifra que supera con creces la del experimento original. En un momento del documental (fácil de encontrar en Internet por cierto), la voz en off afirma que «la historia del siglo XX debería habernos enseñado a desobedecer» sin duda, en referencia a atrocidades como las cometidas en la II Guerra Mundial. Pues parece que no, que nuestro cerebro incurre en numerosas técnicas para intentar sortear la autoridad, como hacer trampas o diversas técnicas de negación, pero enfrentarse al miedo que produce desobedecer supone un esfuerzo casi increíble. Algo en nosotros nos dice que no, que aunque no tengamos encima la amenaza de la represión o el castigo, desobedecer no va con nuestra forma de actuar. Sólo unos pocos tienen la valentía, tal como refleja el documental, de negarse a continuar ante las exhortaciones (cinco) de la autoridad, en este caso, una famosa presentadora de televisión. La tristeza del equipo de investigación ante los resultados queda patente en sus rostros cuando los concursantes aceptaban seguir hasta el final en la tortura televisiva. La conclusión para los estudiosos de la cuestión es clara: la televisión se ha convertido en una autoridad y desobedecer sus designios parece suponer un esfuerzo sobrehumano.

Vean "El Juego de la Muerte" y entenderán por qué, a veces, nos cuesta tanto desobedecer los designios, aunque sean injustos, de la autoridad.
Vean «El Juego de la Muerte» y entenderán por qué, a veces, nos cuesta tanto desobedecer los designios, aunque sean injustos, de la autoridad.

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