Buen viaje, Cholo

Mi ocupación actual, mis fotos de perfil en las redes sociales y mi última entrada en este blog podría llevarlos a ustedes a pensar que soy una psicópata de los animales, una especie de loca de los gatos pero con perros que no ve más allá de lo que puedan ser cuatro patas y un sillón lleno de pelos. Me gustaría poder escribir hoy algo que si no derribara esa imagen, por lo menos no la afianzara, pero no va a ser posible. Hace dos semanas intentaba transmitirles la alegría que supone para mí poder compartir por fin días y espacio con Chana, mi perra, y me parece que no conseguí expresarlo todo lo bien que me habría gustado. Igual que sé que no voy a poder poner en palabras lo que me agarró por dentro cuando hace un par de días supe que había llegado el momento de decirle adiós a Cholo, mi campeón (ya lo cantaba Julio Iglesias: unos que vienen otros que se van). No voy a explicarlo bien por varias razones: una, porque parecería que está todo dicho en el asunto de las relaciones perro-humano y odiaría llenar estas líneas de tópicos del tipo “el mejor amigo del hombre”, “la lealtad absoluta”, “el amor incondicional”, blablabla. Cholete se merecería un esfuerzo mayor y yo, sinceramente, por más rico que sea nuestro idioma, no soy capaz de encontrar las palabras adecuadas. Otra, porque ni yo misma alcanzo a comprender lo hondo de esta tristeza. Cholo ni siquiera era mi perro, apenas lo alimenté una decena de veces, cuando sus dueños lo dejaban a mi cuidado, pero entre los dos siempre hubo una relación de camaradería que, por muy de loca que les parezca a ustedes, podría estar al nivel de la de un amigo humano. Les pido en este punto que no me malinterpreten: yo soy de pueblo, y sé muy bien que los animales no son personas y no me sale eso tan de ciudad de tratarlos como si lo fueran. Cholo era un perro, y ni siquiera era mi perro, así que entiendan que ni yo misma sepa muy bien el por qué de tanta pena negra. Lo único que se me ocurre es que aunque Cholo no era mío, yo sí era de él.

Cholo & Me
Cholo & Me

4 comentarios

  1. Precioso! Yo también soy de campo y de pueblo y no, los animales no son personas, pero sí seres vivos y a veces me parece que el ser humano tiene un poquito bastante de prepotencia. ¿Qué pasaría si realmente entendiéramos lo que nos dicen los animales? SI pudiéramos experimentar su cerebro? Yo quiero a mi perro, y también a sus compañeros del parque de perros, y a sus vecinos… Entiendo tu pena negra y me duele porque a todos nos llega el momento de despedirnos de nuestros amigos, peludos o no.
    Ánimo!

    • Gracias, Eva. Cholo era un señor mayor de 17 años (que vivió estupendamente, todo hay que decirlo), pero no soy capaz de racionalizarlo. «La esperanza de vida de los perros es mucho menor que la nuestra», «lo importante es que estuvo bien cuidado hasta el final», «ya estaba muy cascado», blablabla. Pero jode igual, tú lo sabes. Besos

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