¿Argumentar? ¿Para qué?

Vivimos en un tiempo de soberbia, esnobismo y prepotencia. En el bombardeo de información y desinformación que sufrimos continuamente vemos cada día cómo hay gente que desprecia las opiniones o los gustos de los demás sólo por el hecho de no coincidir con los suyos. Y he de reconocer que acaba cansando. No hay lugar (virtual o real) en el que no encontremos al sujeto de turno diciendo que tal película es una mierda porque a él no le gustó, que fulanito no es de fiar porque es de izquierdas, que bebe gin-tonics o compra tal ropa en tal tienda porque es mejor que tú; o tal vez que es mejor que tú porque compra en determinadas tiendas y no bebe vino de garrafón.

 

 

Pero tampoco podemos caer en el error de pensar que Internet o las redes sociales tienen la culpa de esto; simplemente lo hacen más visible, nos acerca a ese tipo de gente de la que en el Mundo Real™ huiríamos a la primera oportunidad. De hecho las redes nos obligan a actuar con más responsabilidad en Internet. Nos obligan a ser más conscientes de la importancia del respeto y la argumentación. Lo que ocurre es que estar continuamente expuesto a este tipo de personas acaba agotando tu capacidad de aguante.

Recordemos esta frase de José Ortega y Gasset: «Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas», y aplíquemosla a nuestro comportamiento: «cuando opines, aprende también a dudar de lo que opinas». Seguramente así el mundo virtual y las redes sociales serían mucho más enriquecedoras.

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