La paz y el perdón

La Paz, ese concepto tan ansiado como abstracto. Todos queremos la paz… paz de espíritu, paz mundial, paz en nuestra vida, nuestra ciudad o nuestro país. El problema es: ¿Cómo llegar a ella? ¿Cómo mantenerla? Hay quien piensa que la paz se consigue aniquilando a los que la hacen imposible, hay otros que confunden paz con venganza, hay otros que hacen la guerra en nombre de la paz (sic)… yo soy de los que creen que la paz de una ciudad, de un país, del mundo entero, sólo se consigue estando primero en paz con uno mismo y con los demás. Y aquí es donde entra ese otro concepto tan problemático pero tan necesario (desde mi punto de vista) para estar en paz: el perdón.

¿Cómo perdonar a un asesino? ¿Cómo perdonar a los que te han privado a tí, a tu familia o a tu pueblo de la paz e incluso de la vida? No existe respuesta para eso. Es una decisión personal que debe partir de lo más profundo del corazón de cada persona. Y es una decisión que nada tiene que ver con la justicia, aunque muchos se empeñen en vincularlas. En todo camino hacia la paz, debe existir también justicia. La clave está en equilibrar ambos conceptos dejando de lado la venganza y el odio. Esto -que es lo más difícil de conseguir- es lo que acaba por poner los cimientos para la paz.

¿Estamos preparados para perdonar? Nadie lo está; cuanto más de cerca te toca la tragedia menos objetivo te vuelves y más complicado es pensar en el bien común antes que en tu dolor y tus necesidades. Ese es nuestro gran reto como sociedad y como seres humanos: anteponer el bien de todos antes que el propio. Como decía Gandhi: «No hay caminos para la paz, la paz es el camino». Y el camino que seguimos cada uno de nosotros, es el mismo por el que transitan muchas otras personas, con los mismos anhelos, las mismas virtudes y los mismos defectos… eso que damos en llamar «sociedad».

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