Esta mañana me desperté y me contaron la historia de Pikito y Pikita, dos inseparables aves de la especie Diamante Mandarín (Taeniopygia guttata). El caso es que, pese a que en la fantástica jaula rosa se leía un cartelito con el nombre de ambos, sólo había un ave en ella. Como me desperté temprano estuve un rato observando, imaginé tristes historias de pajarillos separados y dolientes.
Nada más lejos de la realidad. Al parecer, cuando una va a comprar o le regalan este tipo de aves, todo el mundo dice que deben vivir en pareja o fallecen de amor, o de soledad, o vaya usted a saber de qué fallecen… Su incesante «mec, mec» los convierte casi en dibujos animados. Y mi amiga, a la que le regalaron esta parejita de enamorados, me contó que un día se dio cuenta de que lo que ella creía caricias entre los dos pajarillos eran picotazos de la hembra al macho. Lo tenía desplumado. Y un día el pobre apareción fallecido, pero no de amor, suponemos. Ella sigue en su jaula rosa tan ancha, no se ha muerto de amor. De hecho, su «mec, mec» sigue siendo intenso e incesante…
Siempre dije que la naturaleza es el primer reflejo de lo que pasa en la realidad humana, esto puede ser el claro ejemplo.