Siempre me divirtió ver cómo te quitabas las capas de ropa que te envolvían como una cebolla. Miraba con ternura casi maternal cómo te despojabas de la bufanda, del abrigo y la chaqueta de capucha; del chaleco, el jersey.
Hasta que me di cuenta de que no era sólo del frío de lo que te protegías.