De lluvias, alertas y suspensiones

Ayer me fastidiaron el día. Me enfadé y mucho, y eso es difícil de conseguir. La mañana fue maravillosa, con la lluvia de protagonista, fuerte por momentos, aunque nada fuera de lo normal en esta Ciudad de los Adelantados. Pero parece que se nos ha olvidado lo que era habitual en La Laguna hace unos años. Se ve que esto del cambio climático también está afectando a la memoria y los que disfrutaban de un invierno lluvioso y frío cuando eran jóvenes (sin que este hecho afectara a su educación) son hoy los que, una vez declarada la alerta, suspenden las clases una semana sí y otra también.

adrian.benko

Sobre las dos de la tarde empezó a vibrar mi móvil con las comunicaciones de los padres de los compañeros de mis hijos advirtiendo de que, una vez más, las clases quedaban suspendidas por las lluvias. Y digo yo, si viviéramos en Burgos, Logroño, Soria o Teruel, tendríamos que enseñar a nuestros hijos en casa porque no irían ni un día al colegio durante el invierno, ¿no? ¡Estaba tan enfadada!

Entonces, ¿qué ocurre? El frío, el calor, la lluvia, el viento, en definitiva, los fenómenos meteorológicos propios de cada estación, ¿son una amenaza para la seguridad de nuestros hijos? Digo de nuestros hijos porque sólo a ellos les afectan las alertas. A los padres que están trabajando no les suspenden la jornada laboral (con el  problema que se plantea en muchos hogares donde no cuentan con nadie que les eche una mano en estas situaciones). ¿No somos capaces de gozar de este tiempo que es lo normal en el momento del año en que nos encontramos? ¿Debemos olvidar lo bonito que es ver llover? ¡Y no digamos granizar! ¡La lluvia es vida!

Yo recuerdo ir al mismo colegio al que hoy asisten mis hijos con botas de agua porque el charco que se formaba en el patio no era un charco, era una laguna, y nos llegaba el agua hasta la rodilla. Nos encantaba saltar y nos poníamos perdidas de agua. Sabíamos disfrutar de cada momento y no nos asustábamos cuando el tiempo era malo.

Ahora mis hijos llegan a casa diciendo, “Ojalá que llueva para que no haya clase mañana”. Lo que realmente debe preocupar a estos señores es que las instalaciones de los centros escolares estén en perfecto estado para que, en caso de un fenómeno climático adverso, nuestros hijos estén igual de protegidos que en sus casas. Con esa confianza los mandamos, sabiendo que estarán seguros.

Finalmente, fui a recoger a mis hijos y pasamos la tarde paseando por nuestra preciosa ciudad, mientras debían estar en su última hora de clase y en las actividades extraescolares. Y mira que yo no soy de las que está todo el día sentenciando, “Así nos va”, pero es que esto es increíble.

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