Candy Crush o la teoría contra el caos

No me costó nada dejar de ver la televisión. La decisión de no tener antena en mi casa ha sido una de las más sabias y beneficiosas para mi salud de mi vida. Tampoco me supusieron ninguna tentación los continuos avisos de mis amigos sobre aceptar invitaciones a juegos de granjas, ciudades y otras faunas que ni me molestaba en bloquear. Hasta que llegó Candy Crush, bueno, en realidad no él, sino otra aplicación de entretenimiento que utiliza su mismo esquema. Porque, tras el éxito del aquí mentado han surgido imitadores a porrón que, con otras temáticas y maquillaje, recurren a las mismas estrategias que el top de descargas. Así que caí como una tonta en perder el tiempo alineando figuritas y colores hasta cumplir no sé qué retos fantasioso e inútiles y experimenté una adicción que ni el tabaco me ha despertado nunca. Aunque la teoría que aquí el periódico ABC expone en relación a qué teclas de nuestro cerebro toca el célebre juego es bien diferente, yo tengo mi propia explicación. Creo que no nos gusta el caos, que vemos esos colores, frutas, caramelos y signos varios y nos lanzamos a establecer el orden del tres en raya. Nos desestabiliza el caos y, para colmo, cada vez que conseguimos una línea el desorden vuelve. Pero conseguimos meterlo en el camino adecuado, hasta que, sin vida extra posible, regresa el caos a imponer su ley. Y así hasta el infinito. Vaya, me estoy agobiando. Discúlpenme, voy a jugar un ratito a ver si me relajo…

Imagen extraída de la princesaprometidablog.com.
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